viernes, 26 de diciembre de 2008

De cómo el EZLN contribuyó a hacer mi sueño realidad


Por Diana Castillo

Fue por el 2000, según calcula un amigo, yo la verdad no me acuerdo. De lo que si estoy segura es de que era una niña de primaria. No era que odiase la escuela, simplemente que el hecho de despertar a las 6:30 y después pensar que debía hacer las tareas que me dejaran ese día, hacían que cada día quisiera quedarme en casa. Por consiguiente, todas las mañanas al despertar pensaba en lo reconfortante que sería que al llegar a la escuela la encontrara en ruinas, fuese cual fuese la causa: una bomba, un incendio, un fuerte temblor local, o cualquier cosa. Después me remordía un poco la conciencia, así que agregaba al deseo que en aquel acto de destrucción nadie resultara herido. Ese fue mi deseo durante aproximadamente nueve años (kínder incluido).

Un día como cualquier otro mis padres me llevaban hacia la escuela, todo parecía normal. Al doblar y entrar a la calle donde ésta se ubica logré ver que el edifico estaba intacto, al parecer un día normal donde cotidianamente mi sueño se veía truncado. Con la ya acostumbrada resignación, el acto de unirse a la larga fila de coches para
posteriormente llevar a cabo el descenso hacia otro día de clases continúo. Pero en esta ocasión algo no tan usual estaba pasando, en la puerta una maestra (a la cual aún recuerdo aunque al parecer ella a mi no) se acercaba a los coches y les decía algo. Cuando llegó mi turno de estar frente a la puerta entonces se acercó y estas fueron sus palabras, “hoy pasará el EZLN por la ciudad, se suspenden las clases”.

Una idea de gente que venía de lejos y usaba pasamontañas fue lo único que me paso por la mente. En realidad fue hasta hace muy poco cuando me enteré lo que realmente significa para el país este movimiento, o al menos ya creo tener una idea un poco más clara. De lo que si estoy segura, y eso es porque lo recuerdo muy bien, es que aquel día en el que se suspendieron las clases súbitamente, regrese a dormir a mi tan acogedora cama, con la sensación de que uno de mis diarios deseos infantiles se habían realizados.